¡Prepárate para sentir la ciudad!


¿Subterráneos en Bogotá?
Sí, y mejor de lo que se puede imaginar.
El simple hecho de caminar por la Carrera 7 con Av. Jiménez y ver esa puerta con grandes rejas y un arco color dorado, muy parecida a la entrada del metro subterráneo de cualquier ciudad europea, causa una curiosidad inmediata, y más si te acercas y ves ese fondo oscuro al terminar las escaleras.
Con autorización de la Facultad de Artes de la Universidad Distrital (ASAB) entramos al subterráneo que se encuentra en pleno centro de Bogotá, en la Carrera 8 con Av. Jiménez y fue más emocionante de lo que esperaba. Cuando llegué al lugar me encontré con la señora Constanza, quien presta el servicio de vigilancia en el lugar, me abrió la gran reja de la entrada principal y me invitó a bajar, cuando iba por las escaleras vi una placa del año 1981 que hace referencia a la restauración que se le hizo al lugar por esos años.
Cuando terminé de bajar me encontré con Don Eduardo, otra de las personas que colabora con la vigilancia en el subterráneo, él es quien me acompañará en toda la travesía y, aunque es del personal de vigilancia, no tiene nada que envidiarle a un guía turístico de la ciudad, pues cuando me lo presentaron me empezó a contar la historia del lugar.

Al iniciar mi visita al subterráneo fue imposible pasar desapercibido el olor a humedad que inunda el lugar y, obviamente, la baja temperatura que se sentía. Preparé mi cámara y, en compañía de Don Eduardo, comencé a recorrer los pasillos del lugar.
La idea de estos sótanos era instalar unos baños turcos, un restaurante, un café y unos billares, además de esto la idea era que el sótano también sirviera como paradero del tranvía, medio de transporte importante para la época. Pero con el tiempo todo se quedó ahí, en planos.
El subterráneo comenzó como la propuesta del gobierno de Julio César Turbay Ayala de modernizar la ciudad en los años 30, inició con la compra de varios predios del centro de la ciudad, el primer paso de ese sueño de modernización fue la ampliación de la Av. Jiménez y junto a ella la creación de unos sótanos en la misma zona.
Al avanzar por el subterráneo nos encontramos con el teatro Luis Enrique Osorio, que a pesar de ser un auditorio poco usado, se encuentra en muy buen estado. Sus sillas rojas denotan un ambiente de antaño en el lugar, lo cual crea una atmósfera más que interesante.


Al salir del teatro nos encontramos con una pequeña galería de fotos, de diferentes obras presentadas por los mismos estudiantes de arte dramático de la Universidad Distrital, le da un toque artístico al lugar, pues las fotografías están acompañadas de una iluminación bastante tenue.
En los años 60 este subterráneo sufrió una inundación grave, gracias al desbordamiento del río San Francisco, el cual lo cubrió casi por completo, pero a pesar de eso se le ve en muy buen estado, sus paredes no tienen huellas de humedad graves y, aunque el olor es un poco fuerte, da pie para poder sentirse realmente en un lugar de antaño.
Cuando seguimos el recorrido en medio de clases de danza, teatro y música, llegamos a un salón en medio de una clase de ballet, con varios estudiantes quienes, al ver a Don Eduardo lo saludan con bastante entusiasmo y cariño, varios de ellos le preguntaron por mi presencia en el lugar, pues según ellos los colocaba nerviosos con la cámara en la mano, y él con toda la cordialidad del mundo me presentó con toda la clase.

Al salir de allí debido a la llegada de la maestra, nos topamos con un pasillo oscuro y algo tenebroso en medio de un lugar tan bien iluminado, tenía una enorme rejilla color negro, lo cual impedía el acceso al pasillo y en la parte superior tenía unos enormes reflectores, además tenía a un costado una placa a nombre del profesor Carlos del Cairo, profesor que había dictado clases y había colaborado por varios años con el plan de mejoramiento de la Universidad Distrital, pero que por desgracia había fallecido hace algunos años.
Al final del subterráneo, los estudiantes tienen un espacio para ensayar sus diferentes disciplinas, y se encuentra la salida norte del lugar que, por razones de seguridad, está sellada para tener el ingreso y salida por la misma puerta.
Cuando termino mi recorrido, le doy las gracias a Don Eduardo y a la señora Constanza por su colaboración y salgo del subterráneo con una sensación de satisfacción increíble, pues tenía grandes expectativas del lugar y definitivamente no me defraudó, es un lugar lleno de historia y que aunque nunca fue terminado ni utilizado para su objetivo inicial, ahora es escenario de estudiantes de artes, lo que le da un ambiente más que encantador al lugar.
Escrito por: Isabel Contreras
Fecha de publicación:19-Abril-2017

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