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Humanos de Hierro

Es domingo, y hoy en vez de quedarme en la cama, decidí lanzarme a realizar una verdadera hazaña. Es verdad que nunca he sido la más aficionada al deporte, sin embargo, la magnitud de esta experiencia me incita a vivirla y a demostrarme a mí misma que puedo lograrlo. Así que alisto bicicleta, ropa cómoda, vestido de baño, y me dirijo al Club La Colina con el propósito de materializar este desafío. Pero, ¿cuál es el reto?, debo nadar 150 metros, hacer un recorrido de 4 kilómetros en bicicleta y terminar con 1 kilómetro de carrera, en el menor tiempo posible.

Sé que suena un poco difícil pero a éste mismo dilema se enfrentó John Collins, infante de marina de Hawaii, en 1978 cuando intentaba descifrar cuál era el deportista más completo, si un atleta o un nadador. Para hallar la respuesta, decidió crear una competencia que reuniera 3 disciplinas deportivas.

La primera parte fue llamada Waikiki Poughwater swim, en ella los participantes debían nadar una distancia de 3800 metros en el mar; la segunda, Around Oahu Bike Rice consistía en 180 kilómetros de bicicleta y finalmente, la Maratón Honolulu que exigía un recorrido de 41 kilómetros de carrera. El deportista que logrará realizar esta odisea ganaría el título de “hombre de hierro”.

Es evidente que las distancias que practicaré el día de hoy no tienen punto de comparación con aquellas que dieron origen a esta disciplina tan exigente. Sin embargo, hay que rescatar que es mi primera vez y no puedo obligar espontáneamente a mi cuerpo a cumplir con una rutina tan fuerte, ya que ésto traería consecuencias fatales. Por eso, seré más responsable, minimizaré un poco el riesgo e incursionaré en la modalidad Flash para aficionados de este majestuoso deporte, que reúne 3 disciplinas en una, y se conoce comúnmente con el nombre de Triatlón.

Previo al reto, debo cumplir con otra parte fundamental del rito triatleta; el calentamiento. Para los deportistas profesionales, este momento es crucial y requiere mucha más exigencia que la misma competencia. Elkin Sanabria, triatleta desde hace aproximadamente 3 años, afirma que el entrenamiento debe hacerse todos los días para que el cuerpo se acople a una rutina y responda de la mejor forma en el momento de la competición. Elkin, realiza 4 sesiones por semana de bicicleta estática, corre 5 kilómetros 3 veces a la semana y nada 750 metros 2 veces por semana. Además, asiste al gimnasio y lleva a cabo sesiones completas de triatlón las cuales le sirven para simular una competencia.

Bajo sus recomendaciones, realizo una pequeña distancia de bicicleta y trote. Luego, llevo a cabo ejercicios de estiramiento en brazos y piernas y finalmente, repaso técnicas de respiración que le permitirán a mi cuerpo tener constancia y equilibrio a lo largo de este desafío. Mientras ésto sucedía, me preguntaba cuál era la manera adecuada en la que debía realizar el cambio de un deporte a otro ya que afectaría determinantemente el resultado final de mi competición.

Elkin, mi maestro de Triatlón, me aclaró varias dudas al respecto. Primero, que el cambio de un deporte a otro es conocido en el lenguaje triatleta como transición. Segundo, en las competiciones, los deportistas deben contar con una zona de transición asignada con el número de participante, en ese lugar, deben tener todos los elementos necesarios para realizar cada uno de los deportes.

Por ejemplo, cuando se da el cambio de natación a ciclismo, el triatleta debe desplazarse rápidamente a su estación (este tiempo también cuenta en el resultado final), quitarse gafas, gorro de baño y equiparse con zapatos, rodilleras y demás accesorios necesarios para la siguiente disciplina. El uso del casco en el ciclismo es obligatorio, siempre que se esté en contacto con la bicicleta.

Al terminar su explicación, Elkin decide confesarme la principal regla que rige esta ardua disciplina. Recibir ayuda externa en cualquiera de los tres segmentos, representa la sanción más grave de una competición de Triatlón debido a que ha sido catalogado como un deporte de exigencia meramente personal.

Despejadas mis dudas, realizado el calentamiento y listas mis zonas de transición, distribuidas en diferentes lugares dentro y fuera del club. Me dirijo a dar inicio a una de las más grandes experiencias deportivas de mi vida.  Entro al centro acuático donde hay 4 piscinas, una de ellas olímpica. Está dividida en hileras de aproximadamente 2 metros de ancho donde las personas pueden practicar de forma individual y sin el riesgo de chocar con los demás nadadores. Una de estas secciones se encuentra asignada para mí, el día de hoy. Ajusto los últimos detalles de mi indumentaria, me desplazo al borde de la piscina, adopto posición de clavado y en mi mente se escucha la señal que me impulsa a lanzarme al agua.

La primera decisión que tomo en competencia, es nadar en estilo libre. Brazada tras brazada completo 3 trayectos, cada uno equivalente a los 50 metros que tiene de largo la piscina, en un tiempo de 17 minutos con 14 segundos. Salgo apresuradamente, troto un poco porque mi corazón se encuentra a mil por hora y da la sensación que fuera a estallar. Subo unas escaleras que me llevan a la parte externa del centro acuático donde instalé mi primera zona de transición. En el camino, adelanto la labor de despojarme de mis accesorios de natación. Al llegar solo me coloco una pantaloneta, unos tennis, el casco y subo de inmediato a la bicicleta.

Para facilitar la movilidad, decido salir del Club La Colina a la ciclovía de la Av. Boyacá con 134 que se extiende hasta la Calle 170. Mi cuerpo se encuentra en euforia total, no quiero parar. Las últimas gotas de agua, que quedaban como rastro de la piscina, se han ido secando con el viento del recorrido. Pedaleo con fuerza y llego a la Clínica Colina, completando 4 kilómetros de bicicleta en un período de tiempo de 26 minutos y 38 segundos. Allí se encuentra mi segunda zona de transición. Bajo rápidamente de la bicicleta, me quito el casco cuando ya no estoy en contacto con ella, y sigo mi trayecto en línea recta.

Escrito por: Jessica González

Fecha de publicación: 20 de Abril 

En este momento, siento cosquilleo en mis piernas y un poco de debilidad, por eso hago que mi trote no sea apresurado sino más bien constante. Mi boca está seca, pero el sentir que el final está cerca me anima a continuar. Doy los últimos pasos hasta llegar a Alkosto de la 170, recorro en total 1.8 kilómetros de carrera y atravieso la meta final en un tiempo total de 1 hora y 28 segundos.

¡Finalmente, lo logré! No hay dolor, ni cansancio solo un sentimiento de triunfo y orgullo propio. El Triatlón puso a prueba mis habilidades físicas y mentales, y al final, me hizo ganar confianza y creer en mí misma. En este momento, solo puedo tener en mente una frase con la que Elkin se despidió en nuestro encuentro, “los deportistas son, en definitiva, los últimos héroes épicos  que le quedan a la humanidad”.

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